«Somos un grupo de seis amigos de Macotera, que vivimos entre Macotera, Salamanca, Madrid y Gran Canaria. Gracias a otro amigo del grupo, que es bombero y se desplazó el primer fin de semana a vaciar el parking de Bonaire, reunimos la fuerza necesaria, nos liamos la manta a la cabeza y el viernes salimos para Valencia. No sabíamos cómo pero queríamos ayudar, no íbamos a quedarnos de brazos cruzadas ante esta tragedia» así cuenta Javier los primeros pasos de una experiencia solidaria que les ha llevado a la zona más arrasada por la DANA.
«Reunimos, con la ayuda de asociaciones y empresas, tanto embutido para comer y donar, como el material posible para llevarlo desde Salamanca: productos de limpieza, cepillos y alguna Karcher con la idea de poder limpiar algún establecimiento. En Valencia descansamos en un apartamento situado lo más cerca que encontramos de la zona afectada porque habíamos oído que la única forma de acceder era andando», explica el joven.
Su periplo por la denominada zona cero tuvo una de las paradas en Massanassa: «Al llegar a Massanassa paramos en un almacén repleto de voluntarios donde estaban colocando una cantidad inmensa de material donado y desde allí nos adentramos al interior del pueblo. El primer sitio donde colaboramos fue un garaje, que tenía tanto barro como falta de organización, había varias decenas de personas sacando todo el lodo a la calle, con palas y cepillos. Después fuimos a Catarroja y ahí estuvimos limpiando un centro de estética en el que, por ejemplo, no había luz, por lo que un vecino nos la tuvo que prestar para poder encender la Karcher que habíamos llevado», cuenta Javier.
Por otro lado, otro de los de los jóvenes que formaban parte de la expedición solidaria estuvo desatascando varias alcantarillas para evacuar el agua todavía presente en las calles. «Vimos a gente normal con actitud extraordinaria. Volviendo al tema de las calles, recuerdo a un grupo de personas achicando barro con la pasión de cualquier equipo de curling profesional. De nuevo en Massanassa, formamos una cadenas de unas 100 personas para sacar cubetas con lodo del fondo de un garaje, nada teníamos que envidiar al funcionamiento de una fábrica».
De vuelta a casa y asimilando ya la vorágine de imágenes captadas por sus retinas y de experiencias vitales que han ido sumando, Javier asegura que «nos quedamos con el ambiente de unión y solidaridad que existe entre la gente de allí, los voluntarios y las fuerzas del estado. Ya fuera para achicar agua, preparar comida, repartir guantes, mascarillas, agua o productos de limpieza, entre otras cosas. Lo más impactante es ver el alcance de la tragedia: casas y negocios destrozados, los más de dos metros de altura a la que llegó el agua, los coches destrozados…»
En medio de una tragedia de tal magnitud y con el futuro incierto no sólo a corto sino también a medio y largo plazo, el grupo macoterano destaca que «la parte más ‘positiva’ es la actitud de la gente de allí, aún con grandes pérdidas tanto personales como materiales, no dudaban en poner de su parte lo poco que pudiesen tener para hacerte el día lo más fácil y llevadero posible. El agradecimiento mostrado hacia los voluntarios de principio a fin ha sido lo que te hacía vaciarte tanto física como mentalmente para seguir trabajando y aportando todo lo que estuviera de nuestra mano. En definitiva, una experiencia muy triste por ver el trabajo que queda por hacer, pero con una sensación muy gratificante de haber podido colaborar y ver a un país tan unido, que a veces hace falta».