Albertia Babilafuente, en el corazón de la comarca de Las Villas y apenas a diez minutos de Salamanca capital, ofrece cuidados profesionales y personalizados en un entorno tranquilo y con el fin de que los residentes se sientan como en casa. El trato cercano de todo el personal de la residencia contribuye muy positivamente a esa sensación de formar parte de una gran familia en la convivencia diaria.
Manuela López López es natural de Calvarrasa de Arriba pero lleva viendo en Babilafuente más de 50 años. A punto de cumplir 92 años, ha tenido dos etapas en la residencia Albertia Babilafuente, la primera de ellas a raíz de una caída que le provocó una fractura de tobillo y su estancia en el centro facilitó su recuperación para volver a casa. Dos operaciones, tras una nueva fractura esta vez en la cadera, le hicieron volver a elegir esta residencia para tener todos los cuidados que necesitaba cuando salió del hospital. «Ya ando sola pero voy más segura con el andador», comenta Manuela. «Lo mío era estar aquí, mis hijos están fuera, y estoy muy a gusto, conozco a todo el mundo y con todos me llevo bien. Con toda la gente hablo, con mi compañera de habitación estoy encantada y con todo el personal también», añade. «El gimnasio con la rehabilitación que me hace la fisioterapeuta, las actividades que tenemos, se come muy bien, yo no tengo ninguna queja. En casa estás sola y por el día se lleva pero por la noche si te pasa algo qué hago así que aquí estoy divinamente, la verdad», asegura Manuela.
«El bingo, cuidar las plantas, los talleres de cocina, los que tenemos para hacer pulseras…yo participo en todo y también me gustan las actuaciones de música que vienen de fuera, no tengo tiempo para aburrirme» añade.
CREACIÓN DE EMPLEO EN LA ZONA
Albertia Babilafuente ofrece, además, oportunidades de empleo para esta zona que ayudan, además, a asentar población en los municipios de Las Villas donde viven los trabajadores y trabajadoras del centro. Mari Cruz Bonal, de Villoria, pasó de trabajar en el restaurante de su familia en Villoria a ponerse al frente de la cocina en esta residencia. «Es una experiencia nueva, que me gusta mucho, porque hablas con la gente mayor y estableces con ellos un vínculo especial. Quieren que les escuches, que les digas una palabra bonita, que les des los buenos días por la mañana…y ellos luego vienen y te cuentan qué les ha parecido el menú, lo que más les ha gustado y te comentan también sus vivencias en casa porque a la residencia la llaman su casa», señala Mari Cruz Bonal.
La cocina da margen, incluso, para los consejos de toda la vida que los residentes siguen conservando. «Sí suelen comentarme cómo hacían un determinado guiso porque aquí lo fundamental es adaptar la comida a lo tradicional, no puedes poner cosas raras porque no lo van a comer. Ellos son más de platos de cuchara y puchero y les encanta», reconoce la cocinera.
Esos lazos que se van tejiendo entre residentes y personal se convierten en algo especial para ambas partes. «Tengo un niño pequeño de 10 años y todos los días me preguntan por él, por mi familia, por mis hermanas que también trabajan aquí, casi todos son gente de esta zona que nos conocemos de toda la vida y facilita que ese trato sea muy cercano, para mí es como mi segunda familia», afirma. «Cuando celebramos la Feria Rociera mi hijo vino por la tarde vestido de corto y les hizo muchísima ilusión verle tan guapo. El día que tomó la Primera Comunión trajo el vídeo y los residentes lo vieron y a cada uno le dio un detalle de recuerdo, también suele traerles el gato que tiene y hablan juntos de cómo cuidarlo…es algo muy enriquecedor tanto para ellos como para el niño porque intercambian vivencias y para él es como si tuviera 70 abuelos», explica.
Desde cocina se realizan, además, varios talleres que siempre son muy demandados por los residentes y que tienen gran éxito de participación. «La terapeuta es la que coordina el taller pero desde cocina se organiza todo previamente y se dan pautas para que todo sea más fácil. Las pizzas que hicieron la semana pasada todos querían participar, echar el atún, cortar el pavo…se implican mucho», señala Mari Cruz Bonal.