El paso de los siglos y el pavoroso incendio que sufrió la iglesia parroquial en el año 1971 hicieron que Peñaranda perdiera gran parte de su patrimonio artístico más importante pero, por suerte, aún se conservan piezas e imágenes algunas de ellas incluso grandes desconocidas para los peñarandinos como las que se guardan en la sacristía de la iglesia de San Luis. Entre ellas destaca una Virgen, posiblemente la más antigua de la localidad y de estilo románico, y que los expertos creen que podría tratarse de Nuestra Señora de las Viñas y que aparece sentada teniendo al Niño Jesús, en su caso de pie, sobre la rodilla izquierda. Villaflores, El Campo de Peñaranda y Paradinas de San Juan cuentan, también, con vírgenes con características muy similares, la más conocida la del Hinojal en la localidad paradinense.
Claudia Möller Recondo y Ana María Carabias Torre (2002), autoras del libro «Historia de Peñaranda de Bracamonte (1250-1836)» afirman en dicha publicación que «Varias ermitas y humilladeros han existido en Peñaranda a lo largo de los siglos, algunas se conservan hoy, si no físicamente, por lo menos la memoria de ellos, como es el caso de la ermita de San Lázaro; pero de algunas otras instituciones eclesiásticas no ha quedado más rastro que el documental, y éste es lamentablemente muy escaso. Este es el caso, entre otros, de la ermita de Nuestra Señora de las Viñas. Ubicada en la parte sur de la villa, extramuros de lo que era el espacio poblado hasta el siglo XVIII, se alzaba la Ermita de Nuestra Señora de las Viñas, cuya existencia podemos constatar al menos desde 1494 hasta 1617, habiendo desaparecido antes de 1752. Se habla de ella en un pleito entre la villa y el señor aludiendo a la posesión de heredades en el año 1494 (ARCHV, Pleitos Civiles, Zarandona y Balboa (F) Caja 1523-1, s. f.). Más tarde, en el año de 1581, se interpone un pleito de Simón Seco, mayordomo de esta ermita, con Pedro de Miranda, ambos vecinos de Peñaranda de Bracamonte, sobre administración de bienes donados por Miranda en favor de la misma [ARCHV, Pleitos Civiles, Fernando Alonso (F)]. Cuando el Libro de los lugares y aldeas del obispado de Salamanca (Ed. Casaseca y Nieto, Salamanca, 1982) se refiere a ella (P. 105), lo hace para afirmar que era aneja del beneficio de Aldeaseca de la Frontera, tiene buena renta y se a hecho convento; afirma además que, por autorización del obispo de Salamanca, la ermita había sido ocupada por los frailes franciscanos hasta la construcción del nuevo convento, cuya obra comenzaría en 1620″.
Las autoras señalan, además, que la ermita de Nuestra Señora de las Viñas no aparece en el Catastro de Ensenada del año 1752, inclinándose a pensar que no aparece en el citado catastro porque su fábrica quedó reabsorbida en el convento de franciscanos cuando se levantó el edificio de éstos, el cual utilizó en parte las paredes de la ermita preexistente. Imaginan que también fueron redirigidas sus rentas a los franciscanos, porque coincide la creación del convento de estos frailes con la desaparición de noticias sobre la citada ermita.
Algunos apuntan incluso a que sería bueno restaurar esta imagen de Nuestra Señora de las Viñas para poner en valor y recuperar el patrimonio artístico peñarandino y pudiera estar a la vista de peñarandinos y visitantes en la iglesia de San Luis donde permanece desde hace varias décadas.