Tres años después de su regreso a Peñaranda, tras una profunda restauración llevada a cabo por la Fundación Las Edades del Hombre, la imagen del «Cristo atado a la columna», de Esteban de Rueda, ya puede verse en la iglesia parroquial de Peñaranda. La llegada a la localidad de la nueva talla de la patrona, Santa María Reina, ha motivado una nueva distribución de varias imágenes, entre ellas la de la Inmaculada que flanqueaba el presbiterio junto a San Miguel Arcángel y también del mencionado cristo que hasta ahora estaba en la sacristía y ahora está a la vista del público.
La imagen del “Cristo atado a la columna” es una de las pocas piezas de arte que se salvó de la quema en el aquel fatídico incendio que en la noche del 7 al 8 de junio de 1971 arrasó con buena parte de los tesoros artísticos que guardaba la iglesia de San Miguel Arcángel, de Peñaranda de Bracamonte. Entre las pérdidas irreparables, el gran retablo esculpido en los años veinte del siglo XVII por Domingo de Neira y Esteban de Rueda. Junto a esta imagen mencionada, sólo otras tres figuras de Esteban de Rueda lograron salvarse de la quema: las imágenes de los ladrones Dimas y Gestas, que acompañaban al Cristo en el Calvario, y un San Francisco, fechadas entre los años 1622 y 1623, que fue la etapa en la que Rueda tuvo un contacto más estrecho con Peñaranda, según señala el profesor zamorano Luis Vasallo Toranzo. En este mismo contexto, este estudioso habla de la talla del “Cristo atado a la columna” como una pieza que “abandona” los postulados de la tradición imaginera castellana para abrazarse a las recomendaciones de los teóricos del momento, “que reclamaban representar a Cristo con la mansedumbre y aceptación del tormento propias del Hijo de Dios”. Esta nueva visión es la que lleva a Ruda a presentar un Cristo más “elegante”, con una anatomía en la que se adopta “una cierta dureza y fibrosidad”, así como “un ligero patetismo reflejado en la espalda macerada por los golpes y en el huesudo y descarnado rostro de Cristo”. El modelo escogido fue el de Gregorio Fernández, “aunque con la presencia de elementos propios”, subraya Vasallo Toranzo.
Guardada en varias cajoneras del trastero parroquial, la imagen fue descubierta en enero de 2016 y pasaron cuatro años hasta que la colaboración de Las Edades del Hombre permitió su restauración y puesta en valor.