12 de abril, Martes Santo, quedará ya grabado en la historia de Cantalapiedra como el día en el que la villa recibió con los brazos abiertos a 26 mujeres y niños ucranianos que llegan a España huyendo de la guerra y que comienzan aquí una nueva etapa de sus vidas. Casi cuatro días de viaje, miles de kilómetros, de nostalgia e incertidumbre por lo que dejan atrás y por lo que les espera desde ahora…toda esa mezcla de sensaciones se refleja en sus rostros y la transmiten sin necesidad de palabras. Aunque el idioma es su principal barrera a la hora de comunicarse con los que serán sus nuevos vecinos, han sentido la solidaridad, cercanía y cariño de un pueblo que se ha volcado con ellos y durante semanas ha preparado todo para su recibimiento.
«Son 26 personas, mujeres y niños, que vienen del este de Ucrania, de las zonas más golpeadas por la guerra como Kramatorsk, donde cayeron dos misiles justo cuando ellos estaban viniendo para acá y de Járkov y luego de diversas procedencias como Kiev y alrededores, pero la inmensa mayoría son del este de Ucrania. Salimos el sábado y por la mañana estábamos en la frontera de Hungría. Allí, gracias a una congregación religiosa que organizó el pase de la frontera, logramos avanzar ya que, si no es alguien de confianza, ellos no quieren cruzar porque piensan que al otro lado es peor y temen caer en manos de las mafias. Llegamos ayer por la noche a Paredes de Nava (Palencia) y después de desayunar hemos repartido algunas familias en otros pueblecitos que también acogían y el resto, 26, han llegado aquí, a la última parada en Cantalapiedra», comenta Rafael Moreno, el director del proyecto SOS Ucrania que lideran Acción Familiar, de Barcelona y Coopera ONG, de Logroño.
Por su parte el alcalde de Cantalapiedra, Miguel Ángel Marcos, explica que “lo primero, la organización interna ha de ser cosa de ellos, tienen que funcionar como un grupo, como una familia grande y a partir de ahí, tendrán que hacer sus grupos de cocina, limpieza, lavado, de todo, pero nosotros en eso no queremos intervenir. De hecho hoy, ya mismo, después de la comida, han tenido una tertulia en la que se les explicaba un poco cómo funciona, que no vienen a un hotel. En la bienvenida los voluntarios les han hecho hoy la comida porque, desde que han llegado hasta que han ido a comer, no les ha dado tiempo a hacer nada pero, a partir de ahora, ellos se tienen que organizar así. En el tema de alimentación, productos de limpieza e higiene personal hemos tenido una buena aportación por parte de los vecinos desinteresadamente y tenemos una cuenta bancaria abierta en Caja Rural que tiene bastantes donativos y con eso iremos un poco viendo los gastos que se van generando. En cuanto a los gastos del alojamiento, en la casa de la Madre María Amparo que han cedido las religiosas clarisas, los va a asumir el Ayuntamiento, consumos de luz, gasóleo y demás y vamos a ir viendo otro tipo de ayudas con los Servicios Sociales. El primer paso es hacerles el permiso de estancia temporal, después empadronarles y tienen ya hecha la gestión en el centro de salud para que les hagan la tarjeta sanitaria, ya he dejado allí sus datos. El tema educativo es un servicio más, durante el tiempo que tienen ese permiso, no dejan de ser unos vecinos más».
Miguel Ángel Marcos comenta, también, que «es una satisfacción verlos aquí. Es un reto importante porque son muchas personas pero aunque fueran menos sería reto igualmente. Lo importante es que se adapten internamente porque vienen de una situación límite, pero son personas y la convivencia es, también, todo un reto junto al segundo, que objetivo que es integrarlos en el pueblo. La principal dificultad es el idioma, hay una chica que entiende el inglés pero los adultos no entienden nada, ni por señas». El regidor añade que «La casa es una casa a estrenar, super bonita y por supuesto, agradecer a las hermanas clarisas que la hayan cedido porque todo esto sin su ayuda no hubiera sido posible».
En la tarde de hoy han sido precisamente las hermanas clarisas las que también han abierto las puertas del monasterio para recibir a las mujeres y niños ucranianos en uno de los locutorios. A su llegada, cada uno de ellos ha recibido una estampa del Sagrado Corazón a cuya protección y amparo les han encomendado las religiosas que también han dado una prueba más de su hospitalidad ofreciéndoles café y refrescos y los dulces que ellas mismas elaboran.