A estas horas, como cada primer día del mes de marzo, los cofrades del Santo Ángel de la Guarda estarían ya preparados en Villoruela para celebrar la fiesta anual de la cofradía, una de las más antiguas de la comarca y de la provincia, y que sobrevivió nada menos que 249 años hasta su disolución en 2021. Las bajas en los últimos años por fallecimientos y por la avanzada edad de algunos miembros de la cofradía sumadas a la falta de relevo generacional que asegurara el futuro motivaron la desaparición del grupo. Las capas negras y las velas que portaban los cofrades en sus manos para acompañar a la imagen del Santo Ángel son ya una reliquia en las casas de los cofrades y la parroquia de Villoruela custodia desde entonces la vara de la mayordomía y los antiguos libros de actas.
Porfirio, Eladio, Mauricio, Ángel, Mateo, Ildefonso, Germán y Regino, todos ellos con Sánchez de primer apellido, Francisco Barbero y Jerónimo Martín, junto al párroco Luis Martín, pasaron a la historia por ser los últimos custodios del Santo Ángel de la Guarda y tal día como hoy añoran especialmente aquellas vivencias que compartieron durante varias décadas.
La procesión del año 2020, apenas dos semanas antes del Estado de Alarma por la pandemia COVID, fue la última que pudo celebrarse con la imagen del Santo Ángel de la Guarda desfilando por Villoruela aunque cofrades y vecinos la siguen venerando en uno de los altares laterales del templo parroquial. Los convites ofrecidos por los mayordomos salientes y los entrantes, fieles a la tradición con productos como el escabeche y las aceitunas, forman también parte de los recuerdos atesorados ahora en fotos y vídeos como la mejor herencia del patrimonio etnográfico del pueblo para futuras generaciones porque «no desaparece lo que muere, sino lo que se olvida» y Villoruela mantiene viva en la memora colectiva a su cofradía más querida.