La asociación Tierno Galván, en colaboración con el Ayuntamiento de Santa Marta de Tormes, organiza un año más un acto de reconocimiento a la mujer salmantina que se celebrará mañana, sábado, a las 19:00 horas, en el auditorio Enrique de Sena de la localidad tormesina. El galardón a la Labor Social será este año para Francisca Bermejo Corchado (Paqui) «por su gran implicación personal, por su excelente trabajo y por su dedicación total para lograr la integración real de las familias ucranianas en Cantalapiedra y por hacerles la vida un poco más fácil en estos duros momentos», en palabras de la propia asociación.
-¿Cómo recibió la noticia de este reconocimiento?
-A través de una llamada de Carmen Cabrera, de la asociación Tierno Galván, y que también es de Cantalapiedra. Personalmente no me considero tan importante para merecer este galardón, sólo hago lo que me han enseñado siempre, ayudar.
-¿Cómo han transcurrido estos meses desde que los refugiados ucranianos llegaron a Cantalpiedra?
-Las familias de refugiados ucranianos llegaron a nuestro pueblo el 12 de abril, en breve hará un año ya, y ellas siguen pensando en regresar a casa en cuanto puedan, de hecho algunas ya se han ido a Ucrania. Una de ella sabemos que está trabajando y ahí está la historia. La guerra va a durar mucho, ellas lo tienen claro que eso se va a cronificar y tienen que pensar en volver a su casa y adaptarse a vivir en guerra, así de duro pero así de claro. Los niños están siguiendo sus clases «online», una de ellas es profesora sigue dando las clases «online» a sus alumnos, haciendo los exámenes, es decir llevando una vida dentro de lo «antinormal» lo más normal posible.
-¿Cuántas personas ucranianas siguen a día de hoy en la localidad?
-En abril llegaron 26 personas a Cantalapiedra y a día de hoy están cuatro mamás y siete niños y niñas, dos niñas que están escolarizadas aquí y el resto siguen el curso «online».
-¿Cómo se organiza el voluntariado para atender a estas familias?
-Cuando llegaron las personas refugiadas desde Ucrania nosotras nos ofrecimos como asociación de mujeres a colaborar principalmente con el Ayuntamiento y las monjas clarisas porque está idea surgió conjunta. El Ayuntamiento que dijo podíamos acoger unos refugiados y las monjas que ofrecieron la casa donde están para lo mismo, tuvieron la idea prácticamente a la vez. Se convocó una reunión en el Ayuntamiento y las personas que fueron todas iban a colaborar mucho y al final, la gente dice mucho pero colabora poco. Seguimos un grupito, las de siempre, y es lo que hay.
-¿Qué os supone mayores dificultades en el día a día?
-Lo más dificultoso es conseguir fondos para alimentarles porque se abrió una cuenta bancaria en el Ayuntamiento y las aportaciones han sido escasas. El dinero se ha conseguido con bingos solidarios, recogidas de alimentos que hemos hecho alguna vez y poco más. Donaciones, menos de las que hubiéramos esperado porque cuando alguien se ofrece a colaborar es con tu trabajo o con tu dinero.
-¿Cómo se plantea el futuro a corto plazo para estas personas?
-Poco a poco se volverán a Ucrania. Vivimos en un pueblo, que ésa es la segunda parte, en un pueblo pequeño donde las facilidades por parte de las ONGs tampoco ofrecen grandes ayudas y no me refiero económicas, ayudas para incorporarlas al trabajo, para que aprendan a hablar español. Nosotros aquí no contamos nada más que con lo que nosotros hacemos. Quizá si encontrasen trabajo las que no lo tienen, tal vez aguantarían más pero al cabo de un año, en una casa, qué hacen, limpiar y limpiar, pues como que no sobre todo cuando eres joven y estás acostumbrada a trabajar.
-¿Mantienen contacto habitual con sus familiares en Ucrania?
-Sí, nosotros conocemos incluso a sus padres (abuelos de los niños) a través de videoconferencia a pesar de que no nos comunicamos con el mismo idioma pero con los gestos eres capaz de saludar. Los maridos de dos de ellas están luchando en el frente de batalla, así que se puede imaginar cualquiera cómo lo viven desde aquí.