Francisco Javier Pérez, «Javi», y su esposa Ana se embarcaron hace cuatro años en la aventura de convertirse en emprendedores en el mundo rural y eligieron Babilafuente, en pleno corazón de la comarca de Las Villas, para hacerlo. El buen hacer de Javi con su maestría en el oficio y la creatividad y delicadeza de Ana se complementan en un tándem perfecto que les ha convertido en todo un referente tanto por su pan como por sus postres y tartas personalizadas.
-¿Cómo surgió la idea de haceros cargo de esta panadería en Babilafuente?
-Yo he sido toda la vida panadero, al igual que lo fue mi padre y también mi abuelo, en mi caso llevo ya más de 34 años en el oficio y Ana y yo teníamos la idea de irnos los dos y tener un horno y dedicarnos a la elaboración del pan como a mí me lo enseñó mi padre y a él le enseñó mi abuelo y así nos metimos de cabeza en esto. Cuando vimos que Maxi, el anterior dueño de esta panadería de Babilafuente, se jubilaba vimos la oportunidad que estábamos buscando. En aquel entonces yo iba de lunes a viernes a Valladolid, donde trabajaba en una gran fábrica de pan congelado, y ya estaba cansado de viajar tanto así que nos vinimos a Babilafuente.
-¿Cómo está siendo esta experiencia en el medio rural?
-Empezamos de cero aquí, en Babilafuente, y la verdad es que la gente tanto de este pueblo como de otros que hay alrededor nos ha acogido muy bien desde el principio. Como la panadería es un negocio de todos los días la gente ya no son clientes, son amigos así que por ese lado la experiencia ha sido muy buena.
-Lleváis también el pan a vecinos de otros pueblos, sobre todo mayores, que no tienen medios para desplazarse hasta vuestra tienda, ¿qué es lo más gratificante de esta labor?
-Sí, somos de los pocos panaderos que repartimos casa por casa y lo hacemos porque entendemos que esa gente tiene una necesidad y no tienen los medios para poder ir a otro pueblo por el pan. De hecho, como ahora tenemos más volumen de trabajo que cuando empezamos, nos resulta muy complicado sacar ese tiempo para hacerlo pero para nosotros es un compromiso hacia esa gente que, en muchos casos, es muy mayor. Lo más gratificante para nosotros es hacer el pan artesano de buena calidad y buenas harinas como me enseñó mi padre y es lo que yo he «mamado» toda la vida. También es muy satisfactorio ver cómo va evolucionando nuestro proyecto que cumplirá cuatro años en marzo y en el que hemos pasado de solamente hacer pan a elaborar, también, bollería artesana y tartas personalizadas.
-En una época en la que cierran numerosas panaderías por jubilación y no tienen relevo, vosotros sois todo un ejemplo de emprendimiento, ¿qué es lo más complicado del día a día además de madrugar?
-En este oficio y en una empresa tan pequeña como la nuestra lo más difícil no es madrugar sino trabajar de lunes a domingo y es por eso porque la gente no tiene relevo y tiene que cerrar las panaderías. Se necesita un día de descanso a la semana y no lo hay.