La estación de tren de Peñaranda, la última del medio rural que permanece abierta en la línea entre Salamanca y Ávila, sigue mostrando las pruebas de la evidente desidia a la que se le está condenando en los últimos años. Desde hace más de medio año el emblemático reloj que durante décadas ha servido de referencia para los viajeros y visitantes de la estación permanece con la esfera rota y sujeta con cinta de carrocero sin que por parte de Adif se resuelva el problema, se repare el cristal y se vuelva a poner en funcionamiento.
La estación peñarandina tampoco ha recuperado la atención presencial en taquilla y los viajeros deben utilizar la máquina expendedora de billetes, comprarlos en el propio tren, o previamente en oficinas de correos o agencia de viajes. La falta de personal impide, además, que los aseos estén abiertos al público y el interior de la sala de espera aparece, además, en repetidas ocasiones lleno de suciedad y restos de bebidas tras el paso de algunos grupos de jóvenes que incluso llegan a orinar en las plantas que adornan la sala.