Comer en Peñaranda nunca fue problema, ni ayer ni hoy ni creo que en el futuro. La gastronomía fue de siempre su reclamo, y sigue siendo una referencia no sólo en la comarca y provincia, sino en todos aquellos que cruzan por sus aledaños al mediodía, que, incluso, organizan su viaje para caer en la ciudad a la hora de comer en sus restaurantes, y, antiguamente, así fue en sus mesones. Y fue tanta su clientela, que no hubo calle en Peñaranda en que hubiese un lugar reconocido donde reponer fuerzas. Famosos eran sus asados, sobre todo, los lechazos y tostones, como también, más reciente, los apetecidos callos de la Marciana los jueves, los platos de los restaurantes, que no nombre por no dejarme alguno, y los pinchos de sus bares. Al hilo de sus salsas acudían y acuden los comarcanos, que aparcan sus compras en Peñaranda para el jueves, el día del mercado, costumbre tan ancestral que se pierde en los recovecos de la historia del medievo bajo.
Y como me gusta hacer comarca, y la practico, esta mañana, que llueve tras los cristales y no me deja salir a dar la vuelta diaria, me he entretenido en rebuscar en los escritos del Marqués de la Ensenada la relación de mesones, que tenían sus puertas abiertas en Peñaranda, en 1752.
En la calle del Carmen, había diez mesones de habitación alta y baja (de dos plantas): tres eran propiedad de las Obras Pías de Juan Lorenzo Polo, que llevaba en arrendamiento, uno, Francisco Lorenzo Polo por 925 reales, otro, Agustín Rodríguez, por 950 reales y el tercero, José Hernández Mancera, por 450 reales; Agustina Sánchez era dueña de otro mesón, que administraba ella misma; Josefa Pérez se lo tenía arrendado a Josefa Cobos por 250 reales; Manuela Muñoz se lo tenía arrendado a Andrés Romano por 400 reales; lo mismo hicieron los herederos de José Pérez; en cambio, Josefa Sánchez, Francisco Berrón y Josefa Castro lo llevaban de su cuenta.
Otros dos mesones en la calle de los Cerrajeros: uno era propiedad de Juan de la Cruz, que llevaba él mismo; y el otro era propio de los cofrades de San Juan Bautista de la ciudad de Valladolid, y lo administraba Beatriz Durán por 165 reales. Otro mesón en la plaza, que llaman “La Corralada”, de Josefa González, y que tiene en arrendamiento Santiago Lorenzo por 300 reales. Otro mesón en la calle de los Barberos, propiedad del licenciado don Manuel Crespo, presbítero, que llevaba en arrendamiento Alonso Gómez por 200 reales.Otro mesón en la calle de San Luis, propio de Joaquín Núñez, y los tienen en arrendamiento Isabel Martín por 150 reales. Otro mesón en la calle de la Cruz, propio de Francisco San Miguel, lo tienen en arrendamiento Manuel Rodríguez San Antón por 350 reales.
Cinco Mesones en la calle de La Luz. Uno es propio de las Obras Pías de Juan Lorenzo Polo, y lo lleva en arrendamiento Juan Álvarez por 240 reales; otro, propio del convento de religiosas carmelitas descalzas de esta villa, que lo lleva en arrendamiento Gregorio de la Poza por 360 reales; otro, propio de don Francisco Domínguez Estrada, lo lleva en arrendamiento Gregorio de Ávila por 170 reales; otro propio de don Bernardo García presbítero, arrendado por Manuel Cordero por 370 reales y otro, propio de Inés García Calviño, que lo lleva ella misma.
Dos mesones en la puerta de San Lázaro: uno propio de Juan Gómez y otro de Teresa Méndez, que administra ella misma. Dos mesones en la calle de San Juan: uno propio de Francisco de Castro, y otro de Diego de la Cruz, que llevan ellos mismos. Tres mesones en la plazuela detrás de la Iglesia: uno de Manuela Oval, otro de Francisca González, que llevan ellas, y el tercero, propio de la Iglesia parroquial, arrendado a José Sánchez de Ros por 350 reales. Otro mesón en la calle de la Fuente, propio de don José Domínguez, vecino de Toro, que lleva en arrendamiento Josefa Pérez por 825 reales. Dos mesones en la calle de los Caños: uno propios de María Mesonero, arrendado uno a Andrés Iglesias por 425 reales, y el otro, a Juan Gutiérrez por 300 reales.
Seis mesones en la calle de Nuestra Señora: uno propio de la clerecía de esta villa, arrendado a Teresa Pérez por 600 reales; otro propio de Jerónima Gutiérrez y Teresa Sánchez, vecinas del lugar del Campo, arrendado a María González por 100 reales; otro propio de José Sánchez de San Juan, arrendado a Francisco González por 220 reales; otro propio de Joaquín Sánchez de San Juan, arrendado por Isidro Núñez por 400 reales; otro propio de Matías Rodríguez, administrado por él mismo, y otro propio de Matías Cabeza, arrendado a Alonso Jiménez por 420 reales. Estos últimos eran de planta baja.
Miro por la ventana y ha dejado de llover, me he puesto las zapatillas y el sombrero, y me llego a Peñaranda a tomar un pincho en Los Álamos.
FOTOGRAFÍA: GRUPO FACEBOOK PEÑARANDA FOTOS ANTIGUAS