Ayer, 22 de julio de 2022, se cumplieron doscientos diez años desde que se librara la batalla de Los Arapiles. En ella se enfrentaron un ejército aliado formado por británicos, portugueses, alemanes y españoles -comandado por Lord Wellington- y un ejército francés al frente del cual estaba el mariscal Auguste Marmont. Lo que aconteció durante esa violenta jornada lo cuenta detalladamente Raúl Bellido (elprimeredecan.es), guía turístico especializado en campos de batalla, en el Aula de Interpretación de la Batalla de Los Arapiles. Pero aquí y ahora lo que vamos a relatar concisamente es lo ocurrido durante los días inmediatos a la debacle sufrida por las tropas de Napoleón Bonaparte, jornadas en las que fueron protagonistas las Tierras de Alba y de Peñaranda.
El 23 de julio de 1812, las derrotadas tropas francesas se retiraban por Alba de Tormes en dirección a Peñaranda de Bracamonte. A la altura de la localidad de Garcihernández, la caballería pesada de la Legión Alemana del Rey alcanzó a los regimientos franceses que avanzaban penosamente en la retaguardia. La infantería francesa formó en cuadros para protegerse de la carga de la caballería, pero un caballo desbocado, cuyo jinete había caído bajo el fuego enemigo, chocó contra el mayor de los cuadros. Los infantes franceses se desbandaron tras el terrible impacto y terminaron siendo presa fácil de la caballería, lo que sería un desastre más, sumado al del día anterior. Unos pocos cientos de jinetes alemanes destrozaron las formaciones defensivas en cuadro de toda una división de infantería francesa, la cual perdió más de mil hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Así las cosas, la carga de caballería de Garcihernández es uno de los episodios más recordados de las Guerras Napoleónicas, ya que fue una de las raras ocasiones en las que la caballería lograba desbaratar una formación defensiva en cuadro de la infantería. Cien años después, durante la Primera Guerra Mundial, unidades de caballería alemanas portaban el nombre “Garcihernández” en las placas que decoraban sus cascos, en recuerdo de este hecho de armas.
Mientras sucedía todo esto, la vanguardia del ejército francés continuaba su retirada por Coca de Alba, Nava de Sotrobal y Peñaranda de Bracamonte. Un oficial de húsares francés nos cuenta en su diario que, al paso por esta última localidad, los niños se llevaban el dedo pulgar al gaznate para dar a entender que, si les alcanzaban las tropas de Julián Sánchez “El Charro”, iban a terminar degollados. Tan exhaustos estaban los franceses, nos cuenta el mismo oficial, que no tenían fuerzas ni para espolear al caballo y asustar así a los crueles muchachos peñarandinos.
El ejército aliado entró en Peñaranda al amanecer del día 24, siendo en este caso muy bien recibido por los habitantes de la localidad, tal como también nos cuenta en su diario el oficial británico de infantería John Henry Cooke:
Temprano por la mañana del 24 de julio pasamos por Peñaranda. Los habitantes salieron cargados con pan, vino y nueces, expresando continuas alabanzas hacia nuestra gloriosa victoria. Los niños desparramaban sus pies y agachaban sus cabezas para mostrarnos el lamentable estado al que los franceses habían quedado reducidos.
La mayoría de las tropas del ejército francés durmió a la intemperie la noche del 23 al 24 en Flores de Ávila, desde donde continuaron con su retirada hacia Valladolid y Burgos sin que los aliados cesaran en su persecución.
El día 25, el rey José I, a quien su hermano el emperador Napoleón Bonaparte había colocado en el trono de España en 1808, llegó a Blascosancho, procedente de Madrid, con unos 12.000 soldados. José iba camino de Peñaranda en auxilio del mariscal Marmont, pero completamente ajeno a la derrota de este último en los campos de Arapiles. Cuando por fin recibió noticias de la misma, se vio forzado a volver rápidamente a la capital para evitar caer prisionero.
El rey José terminaría abandonando Madrid el 12 de agosto para tomar el camino de Valencia, lo que permitió la entrada triunfal de las tropas de Lord Wellington en la ciudad ese mismo día. Unas semanas después, concretamente el 2 de noviembre, el “rey Intruso” recuperaba la capital de su reino y unos días después hacía noche en Peñaranda en persecución del ejército aliado, que había pasado de ser gato en julio a ser ratón en noviembre. Pero esa es otra historia en la que tendrían también protagonismo otras localidades de nuestro entorno como Macotera, Alaraz o Mancera de Arriba…
En todo caso, si este artículo ha despertado el interés de alguien, se pueden conocer más cosas de lo acaecido en nuestra provincia durante la Guerra de la Independencia a través de la Web www.salamancanapoleonica.com, de cuyo contenido es autor quien firma este artículo.
Miguel Ángel Martín Mas
Profesor de Historia de España en el Centro de Educación de Personas Adultas “El Inestal”