El tiempo vuela, dice el refrán y en plena cuenta atrás para su primera fiesta anual, merece la pena recordar un hecho, sin duda, histórico que sucedió hace un cuarto de siglo, o lo que es lo mismo, 25 años nada más y nada menos. Ése es precisamente el tiempo que lleva entre nosotros Nuestra Señora de las Lágrimas, la imagen mariana de la cofradía del Santo Cristo del Humilladero, ahora también de su Madre bajo esta advocación y que llegó a Peñaranda en el año 1999. Una placa dorada, colocada en su peana, recuerda este acontecimiento y que fue adquirida por suscripción popular.
A finales de los años 90 del siglo pasado y teniendo en cuenta el crecimiento de la propia cofradía, con algún Martes Santo en el que llegaron a desfilar cerca de 200 hermanos de fila, surgió la idea de contar con un segundo paso que acompañara al Cristo del Humilladero. En aquellos momentos, la inspiración divina se hizo claramente presente y aquel Hijo crucificado en su soledad redentora nos “pidió” la compañía y presencia de su Madre, María. Afrontar el coste económico que suponía comprar una imagen no era reto baladí y sin contar siquiera con un boceto, ni nada que mostrar de ella, empezaron a recaudarse los primeros donativos.
Recuerdo perfectamente como Lorenza Jiménez (Loren, la pocera) y mi madre, María Rebollo, recorrían puerta a puerta el barrio y como los vecinos depositaban en sus manos lo que buenamente podían, pero todos ellos con la misma ilusión compartida. Moisés Pérez, también presidente de la Hermandad de Cofradías en aquella época, ayudó mediando ante algunas personas de familias peñarandinas con mayor poder adquisitivo y poquito a poquito, aquel sueño fue tomando forma, todo ello con el apoyo incondicional de los Hermanos Mayores Fernando y Joaquín Manzano y de Luis Hernández.
Meses más tarde, llegó el momento de viajar a Madrid, a la sede de Talleres Alsina, dedicados a la imaginería religiosa y donde ella ya les esperaba, donde las lágrimas que surcaban su rostro y su mirada cautivaron a aquellos hermanos peñarandinos que, por fin, habían encontrado a la Madre de nuestro Humilladero. Conservo aún intacta en mi memoria la primera vez que la ví, cubierta para protegerla hasta el día de su presentación en público y guardada en una dependencia de la floristería que tuvo Moisés Pérez en la calle Nuestra Señora. Al destapar su rostro la miré, me miró y esa mirada nos unió para siempre.
Dioni y Mari Paz fueron sus primeras camareras y confeccionaron para ella los primeros ajuares para que pudiera salir en procesión y también para estar expuesta al culto en la ermita del Humilladero.
Poco tiempo después, mi madre y yo tomamos el relevo de Dioni y Mari Paz y se estrechó aún más el lazo que me unía a mi cofradía de toda la vida, con esa responsabilidad añadida y de la que guardo tantísimas vivencias y recuerdos de los preparativos que requería cada Martes Santo, de días en los que no se miraba el reloj entre mantillas de encaje para el rostrillo, fajines, vestidos, mantos, alfileres y corona.
Fueron llegando el manto de terciopelo bordado que la Virgen de las Lágrimas luce cada Semana Santa, la saya bordada por el cordobés Rafael Carmona, los distintos ajuares de hebrea, de luto, del mes de la Inmaculada, una nueva corona, un aro de estrellas, los pañuelos y pecheros hechos a mano y donados por varias devotas…gracias al esfuerzo de la propia cofradía y de cientos de personas que siguieron colaborando con sus donativos. Detrás de todo lo material que se fue consiguiendo hubo siempre momentos mucho más anónimos, cuando observábamos en la lejanía cómo eran muchos los que buscaban consuelo en sus lágrimas, en su pena y como nuestra Virgen les reconfortaba y tendía sus brazos para acogerles en su regazo como lo hizo con su Hijo en el descendimiento de la cruz.
Todo pasa y todo queda, decía Machado, y los tiempos convulsos que se vivieron en el seno de la cofradía hicieron que algunos, incluida la que esto escribe, tomaran la decisión de abandonar y renunciar al cometido encomendado años atrás. Acertada o no, esa decisión abrió en mi vida otra nueva etapa y ya desde fuera, pero sin perder nunca ese hilo invisible que siempre me ha unido al Humilladero, fui testigo de la llegada de una nueva junta, savia nueva tan necesaria y tan vital para poner a salvo lo poco que quedaba a esas alturas.
Ahora sigo viendo cada Martes Santo a mi Cristo del Humilladero y a mi Virgen de las Lágrimas, míos sí, los dos, míos y de todos, y me recorre un escalofrío cuando llego al atrio de la ermita y los veo preparados para su traslado penitencial hasta la iglesia de San Luis. Desde el objetivo de mi cámara de fotos busco cada año esas lágrimas, tan divinas y a la vez tan humanas, y ella me mira, escucha y comprende todo lo que le digo desde aquel 1999 en el que llegó a Peñaranda para quedarse y recibir el amor de su Hijo y de todos los que también somos desde entonces hijos suyos.
Cuando callan cornetas y tambores, acaban los desfiles procesionales y se guardan los pasos y palios, tiene aún más sentido perderse en un paseo por el barrio de Chamberí, cruzar el atrio del Humilladero, abrir la puerta de la ermita y experimentar en tu interior tu propio desierto de vida. Buscar con tus ojos el rostro sereno del Humilladero, el de su descanso tras el martirio en la confianza de la Resurrección y a su lado, las lágrimas de su Madre por todo el sufrimiento que aún existe en el Mundo en pleno siglo XXI.
Ellos siempre te esperan, pase lo que pase, tardes lo que tardes en volver, sin reproches por las dudas de fe que siempre nos asaltan cuando no encontramos explicación a tantas cosas, compartiendo también la alegría de tus logros o la desazón de tus fracasos pero siempre ahí, Madre e Hijo, Hijo y Madre.
FIESTA CON MOTIVO DEL XXV ANIVERSARIO DE LA VIRGEN DE LAS LÁGRIMAS
Esta semana, el jueves 21, viernes 22 y sábado 23 se celebrará, a las 19:30 horas, en la parroquia, un triduo de preparación para la celebración de la fiesta del XXV aniversario de la Virgen de las Lágrimas. El domingo, día 24, a las 13:00 horas, se oficiará la misa en la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel y a continuación, la Virgen saldrá en procesión acompañada por la Banda de Cornetas y Tambores de la Hermandad de Cofradías. Para finalizar, ya en la ermita del Humilladero, habrá una invitación a limonada, agua y pastas.