José Luis Sánchez trabaja desde hace más de tres décadas en la biblioteca municipal de Peñaranda y ha sido testigo de su evolución y también de la de los usuarios de varias generaciones que han ido pasando por ella durante este tiempo. Hoy, 24 de octubre, Día Mundial de las Bibliotecas, José Luis Sánchez desgrana parte de su labor diaria y de sus inquietudes y retos.
-¿Qué se conmemora hoy, 24 de octubre, Día Mundial de las Bibliotecas?
-Se celebra el Día de la Biblioteca en conmemoración de un acontecimiento luctuoso que tuvo lugar el día 24 de octubre de 1992 y que fue la destrucción en un bombardeo de la biblioteca de Sarajevo. Este triste acontecimiento fue un punto de inflexión en la guerra, porque parecía que incluso en las guerras había líneas rojas que no se cruzaban nunca y ésta de hacer una destrucción sistemática y tratar de hacer un borrado total de la cultura de un pueblo fue muy impactante. Cinco años después, la Organización de las Naciones Unidas, la UNESCO en concreto, decide conmemorar este día el Día de las Bibliotecas como un homenaje no sólo a la de Sarajevo sino a la función que todas las bibliotecas del mundo realizan en pro en beneficio de la cultura de la memoria colectiva y del saber y de la cultura de los pueblos.
-¿Qué supuso la inauguración de esta Biblioteca Municipal de Peñaranda en el año 1989?
-La biblioteca de Peñaranda ha cumplido 35 años ya los y sigue siendo sorprendente al cabo de estos años, y eso ya dice mucho. Fue novedosa en aquel momento y lo sigue siendo ahora por distintas razones. Primero, había una generación que no había conocido otro espacio bibliotecario que un pequeño cuarto en el espacio de la calle del Carmen donde está ahora Cruz Roja y que compartían niños y mayores de tal forma que la incomodidad era para ambos, tanto para los niños que no podían hacer uso de las instalaciones de la manera que hace uso un niño y para los mayores que se sentían molestos incordiar o incluso agraviados por el comportamiento de los más pequeños dentro de la sala. Cuando se abren en 1989 estas instalaciones magníficas, con esta claridad, esta luz, esta amplitud, este colorido, la gente aprecia esa diferencia y lo valora hasta el punto que durante muchos años las personas que venían a la biblioteca de Peñaranda no hicieron ni un rayón en la mesa, no dejaban papeles en el suelo, no tuvimos problemas de pintadas en los baños como en otros centros. ¿Por qué?, porque la gente había conocido otra realidad y esto a todos nos pareció un auténtico regalo. Cuando venía algún amigo de fuera, una de las visitas obligadas de los peñarandinos era traerle a la Fundación y también a la biblioteca y mostrarlo ellos mismos con ese orgullo. Desde el primer momento esta biblioteca fue novedosa porque fue capaz de incorporar a la sala de lectura servicios que habitualmente se prestaban o que se prestaban en las bibliotecas ya pero fuera de la sala de lectura, como fueron la fonoteca y la videoteca. Ahí hay un cambio, un giro que tiene que ver con la filosofía del centro. Hay un giro en el sentido de que la biblioteca ya no va a ser sólo libro, sino que hay otro tipo de soportes, otro tipo de materiales y el giro está en que se considera que los bibliotecarios no trabajamos con libros, sino con información y la información se puede contener en cualquier soporte.
-¿Cómo es ahora la relación entre la biblioteca y el usuario?
-El centro de todos los servicios que se diseñan para la biblioteca y para el centro, y todos los servicios del centro, gravitan en torno a la sala de la biblioteca, bien sea el teatro, la sala de exposiciones, la escuela de música y demás. La afluencia de público en los primeros años de esta biblioteca era tal que en esta sala concretamente, que hay 123 puestos de trabajo, había muchas tardes que no entraban y se tenían que quedar fuera algunos porque no había espacio. Hoy en día los hábitos han cambiado y sobre todo han cambiado después de la pandemia. La biblioteca sigue siendo un referente para los peñarandinos pero la permanencia dentro de la sala es muchísimo menor que antes de la pandemia y desde luego no tiene nada que ver con con aquellos primeros años. Todo ello se debe a varias razones: al ser pionera en la prestación de servicios esta biblioteca, por ejemplo, los de informática, la fonoteca y la videoteca, ahora todo este tipo de cuestiones son accesibles desde cualquier punto y llevamos en el teléfono móvil esos servicios por lo que mucha gente ya no acude a estas cosas a la biblioteca porque puede hacerlo en otros lugares, en otras circunstancias y en otros momentos.
-Durante muchos años Peñaranda ha estado, además, a la cabeza en indicadores de lectura a nivel nacional e incluso internacional.
-Sí, en cuanto a la lectura y al préstamo de libros Peñaranda siempre fue una ciudad que encabezaba todos los indicadores de lectura durante un tiempo. Hoy no es así pero sí te puedo decir que mantenemos un honroso puesto porque quien tuvo, retuvo. Perdura el cariño con el que los usuarios cotidianos acuden a leer la prensa, comentar o a cualquiera de las actividades que hacemos, por ejemplo, los talleres de ganchillo que se hacen los martes en la biblioteca y que tienen que ver con un servicio que se está empezando a implantar en muchas salas de lectura y en muchas bibliotecas de España que viene de la tradición anglosajona y que son los «Maker Space», espacios para hacer cosas, espacios de intercambio de conocimientos. Ahora son las personas también las que transmiten el conocimiento a otras personas en este tipo de espacios, eso también lo hemos sabido leer en la biblioteca de Peñaranda, igual que hemos sabido reconvertir algunas zonas que habían dejado de tener uso, por ejemplo, ese rincón de los Fundamentales que en su día albergaban las grandes obras documentales y que se ha convertido en un espacio de diálogo. de interacción entre la biblioteca y sus usuarios. Estamos muy atentos, muy pegados a la realidad, la biblioteca de Peñaranda sigue siendo un referente para otras bibliotecas en cuanto a la prestación de servicios y al desarrollo de los mismos.
-Al cabo de más de tres décadas, ¿es complicado mantener esa capacidad de innovar?
-Después de 35 años yo creo que todavía es más el esfuerzo de innovar, de hacer actividades novedosas. En los buenos tiempos de este casa, gestionada entonces por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, trabajamos en este edificio treinta y tantas personas, una docena de ellas vinculadas a los servicios bibliotecario, y ahora nos hemos quedado en cuadro, digamos que somos tres personas básicamente, tres y media en algunas ocasiones las que estamos dedicadas a la a la biblioteca. Todo ello con un presupuesto exiguo o apenas sin presupuesto tanto para adquisiciones como para actividades pero la profesionalidad y nuestras ganas, también la implicación personal en la biblioteca, nos hace tratar de ofrecer cosas, estar dándole vueltas a la cabeza pensar, diseñar…Últimamente hemos tenido experiencias de éxito que han sido exportadas y son exportadas todavía y son exportables para otras bibliotecas como han sido los posavasos literarios, las tarjetas para regalo de versos en los labios donde una actriz o un actor conocido lee un poema de amor y esto va incluido en dicho regalo, o la «biblioterapia» replicada en más de 150 bibliotecas en España que lo han incorporado como una forma de fomento de la lectura. Este año hemos creado, también, los «biblio euros» donde la biblioteca, otra vez, vuelve a transgredir un poco la norma y pone el foco en lo positivo, en el valor de la lectura y en premiar a los usuarios que cumplen con los plazos de entrega de los libros y eso sí es novedoso y llama la atención. Hemos diseñado estos billetes con la efigie de Germán Sánchez Ruipérez como una manera de homenajearle porque nunca estaremos lo suficientemente agradecidos a lo que ha hecho por Peñaranda, por la cultura y por la lectura.
-¿El bibliotecario se llega a convertir en cierto modo en un «confesor» para el usuario?
-La tarea del bibliotecario es multidisciplinar. Yo me considero más un agitador cultural que un bibliotecario al uso que ejerce labores técnicas de catalogación, de clasificación y organización del fondo que es la esencia del oficio pero a mí eso, sinceramente, no me gusta nada. Lo hago porque los libros tienen que estar ordenados, colocados, se tienen que catalogar pero no es la parte que más me gusta de mi profesión. Lo que más me gusta es el contacto con el público, el saber lo que cada usuario prefiere leer, preparar los libros que me va a pedir, saber escuchar en el mostrador a mucha gente que viene con determinados problemas y sobre todo, tratar de solucionarles muchas dificultades que se presentan ahora en esta era digital que vivimos. Hay muchas personas que no son capaces de acceder a gestiones como solicitar una cita en el servicio de empleo o confirmar un borrador de la renta o a firmar un documento con la firma digital y en la biblioteca intentamos ayudarles. Por otra parte, trato de incitar a la gente a leer, a utilizar la cultura como un elemento enriquecedor que les va a transformar como personas y ésa es la parte de la que más orgulloso me siento en la medida que pueda conseguirlo. Hemos tenido anécdotas de todo tipo incluso con personas que preferían acudir aquí antes que a los servicios sociales con los que hemos colaborado para redirigir a esas personas o también en meses de intenso frío en los que la biblioteca se va convirtiendo en un centro refugio para personas que a lo mejor no les alcanza para poner la calefacción en casa y pasan aquí parte de la tarde.
-Habrá vivido, además, algunos momentos menos agradables en este trabajo.
-Quiero recordar y recalcar que la biblioteca es un espacio de libertad, un espacio público absolutamente democrático, porque a nadie se le niega la entrada y porque el acceso a la información y a la cultura es para todos. Aquí no hay censuras de ningún tipo, no hay racismo, no hay homofobia, todas las personas que entran por esa puerta son siempre recibidas de forma exquisita, aunque hemos tenido problemas y casos de usuarios que no se han comportado como se tienen que comportar, que nos han robado o gente que no venía en las condiciones de higiene que tenían que traer, pero a nadie se le ha echado jamás. Yo he tenido que sortear, a veces, con ese tipo de cuestiones que son delicadas y duras pero lo he hecho con cierta mano izquierda hasta el punto de que, algunas de esas ,tenían más confianza en lo que yo les pudiera decir o me hacían más caso a mí . Ser bibliotecario, como todas las profesiones, tiene que tener una parte vocacional para que te entregues a ella y seas capaz también de distinguir y de tener la sensibilidad de que estás tratando siempre con una persona y las personas no somos todos iguales, ni pasamos todos por las mismas circunstancias.
-¿Cuál cree que son los retos actuales de una biblioteca y su futuro a corto plazo?
-Las bibliotecas nos tenemos que estar reinventando día a día. El libro como tal es un soporte que va perdiendo peso específico dentro de la biblioteca y las tareas que tradicionalmente hacemos en torno a él van a ser cada vez menores. Eso no quiere decir que se acabe la lectura en libro, la lectura de evasión, la lectura de ocio no está en crisis, el libro en papel no está en crisis, aunque sí lo está en monografías o en las búsquedas de información. Las bibliotecas tienen que tener la visión de aportar nuevas vías para acceso al conocimiento y una de ellas es ésta que te digo donde las personas han de ser protagonistas, transmisoras de conocimientos y en muchos casos de conocimientos que se están perdiendo como por ejemplo todo lo relacionado con oficios antiguos, nos quedaríamos alucinados con el conocimiento que atesora esta gente. Para mí rescatar este tipo de cosas sería imprescindible y de alguna manera implicar a estas personas en el funcionamiento cotidiano de la biblioteca como bibliotecas humanas que son. La brecha digital es otro de los retos ante el que debemos estar muy pendientes para favorecer la alfabetización digital e informacional de muchas personas. Se necesita más personal, se necesitan más apoyos económicos pero nosotros, a pesar de todo y a pesar de los pesares, seguimos siendo una referencia para muchos otros compañeros bibliotecarios.