Lunes 24 de junio y a media mañana, el termómetro supera ya los 25 grados en el monte Araúzo, muy cerca de Peñaranda. Bajo unas sombras con hierros y lonas trabajan desde las ocho de la mañana los miembros de una cuadrilla de esquiladores que, en apenas tres jornadas de labor, dejarán listas para el verano a casi 2.000 ovejas. Todos ellos proceden de Salto y Artigas, en Uruguay, y durante tres meses recorrerán Extremadura, Castilla y León y parte de la comunidad de Madrid ganándose la vida con un oficio que requiere una espectacular destreza en el manejo de la máquina y también del animal para hacerlo con limpieza y rapidez. «Desde el mes de marzo venimos once cuadrillas, nosotros vamos a estar tres meses y nos dedicamos todo el año a ello, también en nuestro país», afirman.
Antes de ponerse manos a la obra, la cuadrilla ha completado un viaje de hora y media desde Villalpando (Zamora), localidad en la que residen estos meses. «Allí vamos a dormir y poco más», aseguran. La broma de contar ovejas para coger el sueño en su caso se convierte en realidad y las llevan ya contadas por varios cientos cuando les llega el merecido descanso cada noche. «Empezamos a las ocho de la mañana, sobre las 11:30 paramos para comer un bocadillo y beber, y retomamos hasta que se acaba la faena», comentan. Un generador proporciona la energía eléctrica necesaria para que las esquiladoras actúen y el resto es maña del profesional. Unas tablas de madera en el suelo ayudan precisamente al manejo del ganado ovino. «El esquile comienza por la barriga y sigue por pata izquierda trasera para acabar por la pata derecha», explican. En apenas 47 segundos son capaces de dejar esquilada una oveja de tamaño medio, con algunos carneros el tiempo puede superar los dos minutos porque son mucho más grandes y difíciles de manejar.
Un altavoz bluetooth y las canciones que eligen en el teléfono móvil acompañan las horas «doblando el lomo» para hacerlo algo más llevadero. «La música te ayuda porque si no tantas horas escuchando el beeee, beeee, beeee te vuelve loco», comenta uno de los esquiladores. Los «abrigos» que el rebaño ha llevado a lo largo de estos meses se van amontonando junto a la zona de esquile «ahí se quedará, ya nadie la quiere ni pagan nada por ello», asegura Julián Barrera, el pastor de Villoria.
Termina la faena por hoy y toca volver a Villalpando para la ducha y la cama para estirar la espalda. Siempre hay, además, un momento para contactar con la familia a casi 10.000 kilómetros de distancia que separan España y Uruguay. «Gracias al Whatsapp universal mantenemos comunicación con ellos mientras llega el momento de volver a casa», concluyen.