Ramón Martín de Castro, Monchi, fue uno de los pioneros de la comunicación a través de las ondas en la hoy desaparecida Radio Peñaranda. Son muchos los que aún recuerdan sus primeros programas emitidos desde el Merca Rural y en los que «Plu Plu» acertó de pleno con la manera de acercarse al público a través de las ondas con una radio cercana, participativa, con sus monólogos invitando a la reflexión en el día a día y con la capacidad de escuchar y comprender a los oyentes, desde el que llamaba simplemente para hacer una dedicatoria al que necesitaba exteriorizar sus sentimientos o preocupaciones. Años más tarde, en una segunda etapa, su regreso a la radio en «El Tatómetro» hizo que el público esperase con ilusión cada domingo reencontrarse con Monchi a través del dial. Aparcada ya esta faceta desde hace unos años, Ramón Martín de Castro, a sus 59 años, inicia una etapa como emprendedor y ha pasado de endulzar las mañanas radiofónicas a hacerlo detrás de un mostrador a los clientes que se acercan hasta su nuevo kiosko, en plena calle Félix Mesonero (Bodegones) de Peñaranda.
-¿Qué te ha motivado a emprender en estos momentos?
-El motivo de comenzar esta nueva etapa viene a raíz de que estaba de baja por depresión y ansiedad, con mucha presión, y mi anterior trabajo en el sector de la venta de maquinaria cada vez iba a menos y estaba hecho polvo. Con la ayuda económica de mi hijo, porque yo no tenía un duro ni donde caerme muerto como suele decirse, decidí montar un negocio con la menor inversión posible y me decidí por un kiosko. He buscado también la conciliación familiar, poder comer con mi familia, estar en casa, en el pueblo, no estar pasando calamidades en la carretera haciendo a diario 300-400 kilómetros y esto ha sido un poco mi motivación.
-¿Qué queda ahora de aquel «Plu Plu» que empezó hace más de tres décadas en la radio?
-Queda un sabor agridulce, quedan muchos momentos vividos con intensidad, mucho cariño hacia la gente recíprocamente y es con lo que me quedo, con lo bueno. Hay que olvidar los momentos malos, que también los hubo, y quedarnos solamente con los buenos, y es lo que hago.
-Has pasado de «endulzar» las horas a tus oyentes a hacerlo ahora literalmente, ¿qué tiene de especial este kiosko de Monchi?
-Es muy distinto pero creo, sinceramente, que la misión es la misma: «samaritanear» mi pueblo de una u otra manera. Sabes que soy hombre de fe y creo que se pueden hacer muy buenas cosas, incluso hay niños que quieren hablar conmigo, no tienen dinero pero me cuentan sus cosillas y lo que busco es eso, empatizar con la gente también, es un trabajo muy gratificante. Quiero que sea un kiosko de pueblo, donde la gente esté a gusto, si no tiene dinero se vengan a pasar el rato que no hay ningún problema. Busco eso el contacto con la gente, el cariño de la gente. Este kiosko de especial tiene eso, me debo a la gente, soy un gran amante del ser humano, quiero ser muy justo con todos, no engañar a nadie y quiero estar ahí, al lado de la gente, tener su amistad.