Da grima, rabia y una clara sensación de fracaso histórico oír estos días de la navidad, repetido en antiguos villancicos populares, en tarjetones de felicitación y en proclamas de Organismos Internacionales e Iglesias, ese mensaje bíblico del ángel a los pastores de Belén en la escena del nacimiento de Jesús de Nazaret: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”
¿Paz?, ¿qué paz? Desde que sigo con claro interés y preocupación –y dolor- este conflicto judío palestino, todo son intentos bienintencionados, discusiones y ensayos de fórmulas políticas diversas propiciadas por un organismo tan representativo como la ONU. Y todo al final son fracasos. Con estos dramas de muertes y más muertes de unos y de otros, imágenes dantescas servidas puntualmente en los telediarios del mundo entero
Por supuesto, los particulares poco podemos aportar en la solución de esta guerra tan inhumana y cruel, son tareas que han de exigirse a los Organismos Internacionales. Aunque intuyo que no está habiendo, como en otras ocasiones de conflictos internacionales flagrantes, tantas voces representativas de entidades ciudadanas del mundo entero exigiendo en nombre de los valores humanitarios el fin de esta guerra y una salida justa al conflicto. Guerra que está adquiriendo, además, rasgos de genocidio y hecatombe humanitaria.
Yo sí quiero, aprovechando este momento cultural del popular villancico navideño, expresar mis sentimientos y decir en voz alta mi rabia y mi frustración porque aquel mensaje idealista del ángel a los pastores de Belén no se cumpla precisamente en esas tierras palestinas.
Villancico palestino
¡Ojalá pudiera, Niño judío, ofrecerte mi kofía de palestino!
Pero cae fuego sobre Belén y se ha cortado el camino.
Lloran María y José, bufan la mula y el buey.
A ciegas son los pastores porque un misil malhirió la estrella que destellaba:
¡¡Salam, Paz, Shalom!!
¡Ojalá pudiera, Niño judío, ofrecerte mi kofía de palestino!
Para que logres nacer en esta tierra dolida yo te haré, Carne de Dios,
si esta masacre termina una cuna palestina en la horquilla
de mi rudo tirachinas orlada con la inscripción:
¡Salam, Paz, Shalom!
¡Ojalá pudiera, Niño judío, ofrecerte mi kofía de palestino!
En el cañón caliente de las tanqueta pondré un belén
con ángeles y trompetas que griten, Niño Enmanuel,
los versos de su canción: ¡Gloria a Dios!
Y a esta tierra palestina ¡Salam, Paz, Shalom!
¡Ojalá pudiera, Niño judío,
ofrecerte mi kofía de palestino!