Conchita Campano de la Torre acaba de cumplir 100 años rodeada de su familia y uno de sus sobrinos, Mario, nos aporta más detalles sobre una vida que no ha sido nada fácil para la centenaria pero en la que siempre ha dado ejemplo de su espíritu de trabajo, superación y entereza.
Nadie duda del espectacular cambio que ha vivido el mundo en estos cien años: varias guerras, dictaduras, crisis, agua corriente, luz eléctrica, internet, avances sociales, entrada de medicamentos, tecnología; un sinfín de acontecimientos que, sin duda, han marcado y marcarán la vida de Conchita y de todos nosotros.
Zamorana de nacimiento se crió en Manganeses de la Lampreana, donde su padre era alcalde. En 1936, al empezar la guerra, su padre fue detenido y a los pocos días asesinado a manos del bando nacional. En ese momento, la familia decidió emigrar a Salamanca. Allí su madre, junto a sus dos hermanas mayores y su hermano pequeño, comenzaron una nueva vida.
Conchita nació con un problema de cadera, pero nunca se rindió y pronto comenzó a trabajar en los famosos ultramarinos Enrique Prieto, en donde se ganó el cariño del público. Cuando terminaba la jornada tras la máquina registradora tejía jerséis, bufandas, gorros, peluches… Era muy trabajadora, habilidosa con las manualidades y de imaginación despierta.
Compartió vida con su madre y a los cuatro años de su fallecimiento se casó con Bernardo, de quien enviudó en 1994. Sin duda, Conchita es historia viva de superación y fortaleza mental; ha sabido sobreponerse a todas las adversidades que le ha ido imponiendo la vida desde su nacimiento.
Hace unos años decidió mudarse a Peñaranda, donde vivió su hermano Ovidio. Aquí ha recibido el cariño de de sus sobrinos, sobrinos nietos y sobrinos bisnietos. Reside actualmente en la residencia de mayores San Pedro Advíncula, de Peñaranda.