Vienen por los Santos, como las cigüeñas por san Blas. Antaño, aparecían sentadas en su silla de espadaña, ataviadas con sus sayas, pañuelo cruzao y mandil negro o pajizo, y con sus medias y alpargatas también negras, y asomaban su nariz por el hueco, que dejaba su pañuelo de la cabeza también negro. Era el hato luctuoso, que exigían las festividades de los Santos y del día de Difuntos.
En la Edad Media, la escasez de harina de cereal llevó a utilizar las castañas, como principal fuente de alimentación, se decía de ellas, que eran el “pan de los pobres”, pues secas, peladas y molidas se hacía con ellas un tosco pan, pero muy nutritivo. La castaña fue muy apreciada en las civilizaciones antiguas, donde se creía que tenía beneficios mágicos para la fecundidad y la prosperidad. No sé si por reminiscencia de estas creencias ancestrales o por qué, el caso es que la castaña era el fruto más apreciado y estimado en cuantas celebraciones religiosas se celebraban en mi pueblo junto con el vino.
El día de san Antón, después de dar la vuelta con los animales en torno a la iglesia, se acudía a casa del mayordomo a recoger el puño de castañas y a beber una copa de aguardiente. Lo mismo se hacía la víspera del Corpus y de la festividad de Nuestra Señora del Rosario; después de las vísperas, se acudía a casa de los mayordomos, donde los cofrades, de ambas mayordomías, recibían como colación, un puño de castañas y un trago de vino.
Tenemos un apunte de 1761, que nos dice que, en ese año, los mayordomos del Santísimo Sacramento, compraron siete fanegas de Castañas y nueve cántaros de vino para obsequiar a los cofrades; e incluso, nos informa del precio de la fanega de castañas y del cántaro de vino: la fanega de castañas se pagó a 27 reales; y el cántaro de vino, 3 reales y medio. Tenemos noticia de esta costumbre castañera desde 1683 a 1721, en que desapareció sin conocer los motivos.
Antaño, los niños eran los encargados de barrer la escuela todas las semanas, y como compensación de esta tarea, el Ayuntamiento les entregaba unos sacos de castañas las vísperas de Navidad, que los niños recibían con gran regocijo. Se recomienda el consumo de castañas, porque tiene un gran poder nutritivo, parecido al de los cereales integrales; con una ventaja, que, al estar refinadas, contienen todas las vitaminas y fibras; y destacan, sobre otras, las vitaminas de complejo B; además aportan una buena dosis de minerales, entre los que se encuentran el potasio y el hierro; favorecen el metabolismo energético y mejoran tanto el rendimiento mental como físico, conque aprovechemos el cuarto.
EUTIMIO CUESTA