Más al norte, más allá de Sotrobal, escondida entre un monte de encinas, había otra aldea, Araúzo. Una aldea creada, durante el siglo XIII, por gentes procedentes de Araúzo de Miel (Burgos). El vocablo Araúzo, es un topónimo de origen prerromano, cuyo significado es “llano frío”. Esta aldea, junto con Peñaranda de Cantaracillo, perteneció a la tierra de Alba de Tormes, pero, a finales del siglo XV, ambas aldeas se desgajaron y lograron su independencia.
En abril de 1458, el rey don Enrique pide a la gente de sus reinos dinero para atender los gastos contraídos en la guerra de Granada, y, en el reparto de estos, se asigna a Alba y su tierra una cantidad, ya sin los lugares de Araúzo, Peñaranda y Alharaz, y, a continuación, figura Araúzo con una aportación a la causa de mil setecientos veinte maravedís.El Concejo de la Alba se resiste a perder la contribución de las tres aldeas y se origina una cadena de pleitos, que se prolonga durante gran parte del siglo XV.
La primera oportunidad, con que contó Alba para recuperar Araúzo, fue, en 1407, aprovechando el fallecimiento de su titular, don Juan Sánchez de Sevilla. El Concejo solicita la mediación de la Señora de Alba, don Beatriz, pero no lo logró.
Un segundo intento, tuvo a lugar en 1428, siendo señor de la aldea el caballero salmantino, Fernán Rodríguez de Sevilla. En noviembre de 1431, un pleito entre el concejo de Alba y el caballero, que lo ocupaba Fernán Rodríguez de Sevilla, se intentó de nuevo, de solventar el asunto. El pleito se prolongó largo tiempo, pero el resultado fue que Araúzo no volvió a la jurisdicción de Alba.
Entre los señores del lugar de Araúzo, rezan don Diego Lope de Sosa en 1559, y su hijo Pedro Lope de Sosa, que contrajo matrimonio con doña Catalina de Solís, en 1581: tuvieron que pedir dispensa para casarse porque estaban emparentados en tercer grado.
El Censo de pecheros (contribuyentes), de Carlos I, de 1528, Araúzo figura con treinta vecinos (132 habitantes), y pertenecía a don Gonzalo Vázquez Coronado; y en el Censo de Castilla de 1591, dispone de cuatro vecinos; a principios del siglo XVII, tenía cinco vecinos. Era un lugar propiedad de don Juan de Guzmán.
Tenía una buena iglesia, bien tratada, con retablo y sagrario. Tenía un relicario con muchas reliquias muy respetable. El visitador obispal no encontró libro de cuentas ni razón de ellas, pues hacía muchos años, que este lugar estaba rural y sin vecinos. Su Señor, don Juan, por su devoción, y una señora, hermana suya, tuvieron muy buen cuidado de reparar la iglesia y proporcionar aceite para la lámpara. La iglesia tenía unas tierras, pero no hubo quien diera razón de ellas. El señor don Juan dice que “el lugar está arrendado todo redondo y que, allí, entran las tierras de la iglesia”.
En 1752, pasa a propiedad de doña Mª Manuela de Montezuma, Marquesa de Almanza, vecina de Salamanca, quien percibe el fruto de su arrendamiento y el portazgo que cobraba a todos los arrieros trajinantes y comerciantes, que transitaban por dicha villa despoblada y por su término. El portazgo se reducía al pago de cuatro maravedís por cada caballería mayor o menor, que pasaba con carga.
Araúzo tenía una extensión de 5.247 huebras. Se distribuían así: 660 huebras para trigo; 1.040, para centeno; 2.191, para monte y el resto, para pasto. Tenía un molino harinero arruinado, con cuatro piedras, y dos casas: una para el montaraz y otra, para el oparador de labranza; dos pajares, una cochera, caballeriza y palomar. Francisco de la Peña, vecino de Peñaranda, tenía arrendado su término por 12.300 reales. Este mismo era arrendatario de la finca de San Mamés. Trabajaban en él veinte personas entre labradores, guardas del ganado y dos mujeres que gobernaban la casa. Don Cristóbal de Espinosa, Vizconde de Garci-Grande, poseía una tierra de dos huebras, rayana con Alconada.
El Diccionario de Pascual Madoz (1845-50) dice que aún se conservan las ruinas de la pequeña iglesia; en este período, la finca era cultivada, en su mayor parte, por los vecinos de Ventosa; los pastos eran riquísimos y alimentaron, por muchos años, los celebrados toros de la ganadería del Sr. Gaviria.
El río Almar, que atraviesa el término de S. a N, después de fertilizar unas cien huebras de pasto y dar impulso a un molino harinero con dos piedras, que solo trabajaba en primavera e invierno, se afluye en el Tormes; el monte se ha recuperado ya de las considerables pérdidas, que sufrió durante la guerra de la Independencia; los caminos o veredas, que dirigen a los pueblos inmediatos, se hallan en buen estado; la carretera Salamanca – Madrid, usada sólo en el buen tiempo por carruajes, le deja a dos tiros de bala al sur; y también le toca algo la cañada que viene del terreno de Rágama, pasa por Aldeaseca y Peñaranda, y continúa por la Navilla; en la relación de productos destacan los cereales, bellota, ganados y la caza menor, especialmente, conejos.
A lo largo de la historia, fue pasando su propiedad por distintos señores y, en la actualidad, buena parte de su término es propiedad de la familia macoterana de José Manuel Prudencio Martín (q.e.p.d).
EUTIMIO CUESTA