Cada atardecer desde sus ventanas y balcones los vecinos del entorno de la calle Velázquez, de Peñaranda, observan con preocupación el regreso de miles de estorninos con un ruido ensordecedor. Antenas y árboles de las viviendas unifamiliares de la zona sirven como dormideros para estas aves con las que vuelve la auténtica «pesadilla» que ya se vivió en el 2019. En aquel entonces las quejas de los afectados por la masiva presencia de estorninos obligó al Ayuntamiento a tomar medidas para ahuyentarlos y se contrató una empresa especializada que empleó aves rapaces.
El olor de los excrementos, la suciedad que dejan en los coches, aceras, tejados y edificios son otras de las consecuencias de la proliferación incontrolada de estorninos en la localidad. «Los enormes bandos solo se forman durante la época invernal, momento que no tienen que atender a los pollos y están más pendientes de velar por su supervivencia. Aunque estas hermosas formaciones sólo tienen lugar al atardecer, cuando los estorninos están a punto de entrar al dormidero. Eso explica por qué vuelan tan cerca de la vegetación», explica José María de la Peña en un artículo para la Sociedad Española de Ornitología (SEO).