En el terreno social de esta época, en los pequeños concejos de señorío, caso de Peñaranda, la presión señorial era brutal. Por el memorial de 1494, se sabe que los vasallos de Peñaranda habían de dar, cada año, 2.000 maravedís de martiniega (por san Martín) y una gallina por vecino. Además, había servicios en trabajo: un peón, por casa, para la siega y un obrero, para la vendimia, se debían dar al señor. Este servicio se producía porque el Abad poseía tierras en Peñaranda, si no hubiese sido así, la presión fiscal señorial se hubiese limitado a los derechos de jurisdicción señorial. Además exigía servicios de carretas, para que, en ellas, sus vasallos peñarandinos trasladasen, gratuitamente, la leña del monte a su casa de Medina. También se apropió de algunas tierras del común, que obligó a sus vasallos a sembrar para él sin derecho alguno.
Por esta razón, los peñarandinos entablan un pleito, y la Chancillería de Valladolid les da la razón, y prohíbe al Abad exigir estas prestaciones. Se sabe que les tomaba más gallinas y pollos de los debidos, y que se llevaba seis carneros cada año, mientras tuvo el Señorío, cuando no tenían que darle nada de esto. El abad fue condenado el 22 /11/1494; pero, cuatro años después, volvieron las quejas. Los vecinos decían que su señor, el abad, había usurpado una heredad, obligando a sus vasallos a sembrar y trillar para obtener una cosecha de 300 fanegas de trigo, que iban destinadas a las paneras del Señor. Exigió, además, el diezmo, que no estaban obligados a pagar, y que suponía 2.000 fanegas de trigo anuales.
Por otro lado, cada vez que don Alonso visitaba su villa les exigía ropas y camas para sus criados, sin tener derecho a exigir a sus vasallos hospedaje alguno. Les impuso un clérigo durante cuatro años, que no querían, y a quien tuvieron que mantener. El señor Abad hizo construir unas casas en la villa para él y su sobrina, y los de Peñaranda tuvieron que pagar los 30.000 maravedís que costaron. El Abad nombraba los cargos que él quería, utilizaba algo parecido a un derecho de relego, vendiendo él primero su vino, asimismo, prohibía a los vecinos entrar en la dehesa del monte, cuando, en realidad, era un bien comunal.