SECCIÓN DE ENTREVISTAS «FRENTE A FRENTE»
Toti Martínez de Lezea es mi escritora favorita. Hace más de dos décadas, la descubrí entre los fondos de la biblioteca municipal de Peñaranda a través de los siempre sabios consejos de José Luis Sánchez. Desde entonces, las obras de Toti han ido llegando a mi casa ofreciéndome cada una de ellas una inigualable y maravillosa experiencia lectora. El destino, siempre impredecible, caprichoso y sorprendente, ha propiciado estos días un fructífero diálogo entre ambas a través de una conocida red social y la llegada de «La Herbolera», dedicada de su puño y letra, como mi mejor regalo de cumpleaños. Toti Martínez de Lezea es en sí misma un regalo, tanto personal como profesionalmente, y leerla es descubrir a una de las grandes damas de la literatura de este país.
1.-Desde su experiencia y trayectoria en el mundo literario, ¿cree que un escritor nace o se hace?
-Ambos. Para escribir una novela son precisas cuatro cosas: imaginación, con la cual se nace; haber leído mucho, pues no hay título de “escritor ”, es decir se hace; tener algo que contar, también para esto se nace, no todo el mundo sabe qué contar y cómo hacerlo; y meter horas, o sea trabajar, hacer.
A veces escucho a alguien decir que desde los cinco años ya sabía que iba a ser escritor/a, pues qué suerte; yo me enteré un año antes de ser abuela… Creo que el momento de ponerse a escribir lo decide el subconsciente, es como que si una idea, un deseo, una necesidad saliera de dentro sin esperarlo, sin pretenderlo.
2-Novela histórica, literatura juvenil e infantil, ¿qué le queda por «tocar»?
-Añade que también escribo ensayos, guiones para teatro y televisión, letras para canciones, artículos para medios de comunicación, algún que otro pregón… La verdad, creo que he tocado todos los palos, aunque, quién sabe… Nunca he escrito un discurso para un político, pero, si te soy sincera, no tengo intención alguna de hacerlo (risas). Lo que sí intento es no repetirme. No hay nada más aburrido que un autor que se repite, que escribe siempre el mismo libro, y que cuando ya no sabe que más decir, escribe su biografía. Esto de la biografía tampoco me lo he planteado, y eso que ya tengo una edad, pero pienso que si algún día lo hago será porque ya no tengan nada más historias que contar, cosa que veo difícil pues cada uno/a de nosotros es una historia, y hay miles. Si dejo de escribir será porque me fallan la vista, la mente, o las ganas.
3-Las nuevas tecnologías y las redes sociales están propiciando nuevas fórmulas de encuentro entre escritores y lectores, ¿qué opina de ello y cómo lo valora?
-Digamos que las redes son algo que ha entrado para quedarse muy recientemente. Los jóvenes se mueven en ellas con total soltura, a mí me cuesta y solo utilizo FaceBook, más que nada por anunciar por dónde ando. Pero es cierto que nunca como ahora he tenido tanta relación con mis lectores/as. Me dan sus opiniones sobre un libro mío que han leído; preguntan, consultan y procuro contestarles a todos los que se ponen en contacto conmigo. No conozco a la gran mayoría, puede que nunca nos encontremos, pero es una relación muy bonita. Por otra parte, siempre es una sorpresa saber que alguien te lee en la otra punta del mundo, algo que sería imposible de conocer hace unos años. Y también me dan la posibilidad de conocer a otros autores/as que de otra forma una nunca conocería. La parte, llamemos, negativa, son las prisas: mensajes cortos, emoticones, uso de letras en lugar de palabras… pero, bueno, es lo que hay, y tendremos que acostumbrarnos.
4-Es difícil abrirse paso en el mundo editorial pero imagino que también lo será mantenerse en él.
-En realidad, una editorial es una empresa, no una ONG; necesita mantenerse, pagar a sus trabajadores, invertir en un proyecto (corrección, maquetación, imprenta, traducción, diseño…) y obtener beneficios al menos para subsistir. Y los autores/as somos la materia prima de dichas empresas, por cierto una materia prima muy barata; no cobramos un sueldo, pagamos autónomos, cobramos una vez al año y dependemos únicamente de nosotros mismos. Hace, digamos, cuarenta años había muchas menos editoriales, también menos escritores. Hoy en día, existen en España dos grandes conglomerados, dueños de medios de comunicación y, asimismo, de un centenar de grandes y pequeñas editoriales, que mueven el mundo de los libros a su antojo; aúpan a un escritor/a a su conveniencia, según las modas del momento, y se olvidan de él/ella si no vende lo que esperan. Sus editores son, en realidad, meros empresarios. Luego están las otras, las editoriales independientes, medianas o pequeñas, que son las que verdaderamente luchan por dar a conocer a actuales o futuros escritores, pero en cuanto alguien comienza a destacar, las grandes le hacen una oferta y hay pocos que se resisten.
Personalmente, he trabajado siempre con estas últimas, pero llegar a ser algo conocida me ha costado 24 años de trabajo y casi 60 libros publicados. El secreto para mantenerme, supongo, ha sido la tenacidad, la independencia, el no esperar milagros en los que no creo.
5-¿Qué le aporta personalmente ser escritora?
-Placer, un gran placer. Empecé a escribir con casi 50 años, una edad en la que se supone que una comienza la cuesta abajo, o eso se empeñan algunos en hacernos creer. Hice una apuesta con un amigo a que era capaz de escribir una novela, y gané la apuesta. Siempre me ha gustado contar historias, cualquier tipo de historias, y soy lectora voraz, quizás porque mis padres eran también muy lectores, y la televisión no entró en nuestra casa hasta que tuve doce o trece años de edad. Puede que suene un poco fuerte, pero me siento diosa cuando escribo: creo a mis personajes, los hago sentir, amar, sufrir, llorar o reír, y los mato cuando quiero; los hago vivir vidas que no he vivido ni viviré, y viajar a lugares conocidos o desconocidos; soy juez y verdugo, amante, víctima, vengadora o maleante, según se preste. ¿Puedo pedir más?
6-¿En qué proyectos está trabajando en la actualidad?
-Suelen decir que las escritoras escribimos sobre mujeres y para mujeres, una falacia puesto que lo mismo podría decirse de los escritores. En mi caso, mis personajes son de ambos sexos y, dependiendo de la historia, unos u otras llevan el peso. Pero es cierto que me siento muy cómoda haciendo “hablar” a un personaje femenino, quizás porque yo también lo soy, he sido hija y nieta, soy madre y abuela; amo, he parido, lucho, trabajo, envejezco, y puede que en ocasiones aparezca reflejada mi experiencia personal. En estos momentos escribo una novela acerca de seis o siete generaciones de mujeres, todas ellas hijas de la anterior, distintos apellidos, distintas vivencias, a lo largo de un siglo y medio más o menos, comenzando a mediados del XIX y acabando ahora. No lo sé, solo voy por la mitad y no hago borradores o esquemas; dejo que la historia me lleve, así que no sé lo que va a ocurrir hasta que la acabo.